¿El mejor año de la historia?
Ni en términos de clasificación (al final acabó siendo sexto), ni en porcentaje de victorias ni en posibilidades de pasar de ronda en play-off, Copa del Rey o Eurocopa, se puede hablar del mejor año. Sin embargo, la sensación de que el equipo fue de menos a más, el hecho de tener que lidiar con bajas tan importantes y la comunión con el público dejan un poso de satisfacción quizá mayor que en otras ocasiones.
Quizá no haya sido la temporada en la que el Granca alcanzara un techo competitivo mayor (aunque sí que hubo varios logros destacados), pero, en mi opinión, sí ha sido en la que mejor se han superado los obstáculos y más por encima de las expectativas se ha rendido.
Por encima de todo, buen juego y mejora continua
El factor fundamental para que este final de temporada haya sido tan satisfactorio (Himar Ojeda escribió que es el final de temporada "más emotivo" de los 16 que ha vivido) es, a mi modo de ver, que los resultados han llegado gracias al buen juego.
Durante años, el Gran Canaria ha competido muy bien y llegado muy lejos para un equipo con sus recursos, pero no siempre lo ha hecho con un juego bonito o atractivo. Y con esto no me refiero únicamente a altas anotaciones, sino sobre todo a afán de correr el contraataque, a defender con agresividad y a mover bien el balón.
A esto hay que sumar que, como reconoció el propio Pedro Martínez al acabar la temporada, el equipo ha crecido mucho en el transcurso del año y ha acabado al mejor nivel, que siempre es mejor que tener la evolución inversa.
De cómo asumir los roles, o la fuerza del conjunto
En un equipo donde un jugador acapara tantos tiros (espectacular diferencia con el siguiente: Carroll lanzó casi el doble que Wallace), que todos -y esto incluye público, medios, entrenadores y directiva- acaben la temporada tan contentos no debe ser fácil. Y menos si seis de ellos llegan nuevos a un equipo.
Hay que dar mucho mérito al club y al equipo técnico por conseguir que cada jugador asuma su papel con tan buena actitud. Algo que, sin ir más lejos, no se logró el año pasado con McDonald ni con Dasic.
La imagen de Savané con la camisa de Moran, de éste con la de Klein y de Green con la de Bellas, ensalzada también por Himar Ojeda, o el hecho de que el base y el pívot se quedaran toda la temporada recuperándose en la isla son hechos muy significativos y difíciles de ver. (Sólo hay que preguntar en Badalona cuánto tardó en irse English a su país tras saber el alcance de su lesión).
La comunión con el público
El final fue apoteósico: el equipo dando una vuelta al pabellón y dirigiéndose a la afición; Moran yendo a buscar a Pedro Martínez (perplejo y algo emocionado, diría) a la rueda de prensa para que festejara junto a los jugadores; y casi 5.000 personas sin abandonar su asiento un rato después de terminar el encuentro.
Pero no hay que olvidar que ese apoyo llegó sólo después de la Copa del Rey, que el número de abonados a principios de temporada fue menor de lo habitual y que durante la primera mitad de la competición la asistencia al pabellón fue menor que en años anteriores. Es cierto que el equipo no siempre acompañó, pero no anda sobrado de apoyos el equipo como para que la afición dude de su compromiso.
Algunos apuntes positivos que se subrayan poco
Cuando estuve analizando estadísticas en las que destacaba el Gran Canaria, me encontré con algunos datos sorprendentes y que ayudan a explicar los buenos resultados:
- Muy pocas pérdidas de balón. Nadie diría que con Carroll, Green o incluso Nelson, que tantas veces abusan del bote, el Gran Canaria iba a destacar como uno de los equipo que menos balones pierde, pero es así: sólo Barcelona, Baskonia y Real Madrid pierden menos balones en función del número de posesiones.
- El rebote ofensivo. En un equipo que tan poco destaca físicamente como el Gran Canaria, sin ningún pívot que juegue por encima del aro ni alcance los 2,10 y con aleros que apenas rozan los 2 metros y no se caracterizan por su atleticismo, ser el séptimo equipo que más rebotes ofensivos atrapa tiene mucho mérito. Casi podría extrapolarse al resto del rendimiento del equipo: mientras haya una parte del juego que dependa del deseo, el sacrificio y la actitud, el Gran Canaria seguirá rindiendo por encima de su talento físico y técnico.
Y dos cuestiones que todavía se pueden mejorar
Es difícil y arriesgado sugerir mejoras en un entramado defensivo tan trabajado como el de los amarillos. Pero mirando datos, encontré dos apartados de la estadística defensiva donde hay margen de mejora:
- Los tiros libres concedidos. El Gran Canaria está en el Top7 dejando en malos porcentajes de tiro a sus rivales, pero se queda en media tabla en eficacia defensiva. La explicación: concede demasiados tiros libres (es el quinto de la ACB que más tiros del 4,60 permite).
- El escaso número de pérdidas forzadas. Es curioso que un equipo que se adelantó a casi todos haciendo la defensa a todo el campo y que ha conseguido practicarla muy bien en ocasiones sea de los que menos pérdidas origina al rival, pero el caso es que sólo tres equipos fuerzan menos balones perdidos (y los tres son peores equipos en defensa: Zaragoza, Gipuzkoa y Baskonia).
Soy consciente de que, en la táctica defensiva, se opta por jugar de una forma y se cede en determinados aspectos, así que probablemente sean cuestiones inherentes al estilo defensivo implantado. Pero también sospecho que la citada presión a todo el campo no es todo lo regular que sería de desear y los 2x1 al base rival no alcanzan el rendimiento que a Pedro Martínez le gustaría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario