Quizá la peor noticia del Gran Canaria haya sido la pobre aportación del banquillo grancanario, cuya contribución anotadora se limitó a 14 puntos de los 71 (en el DKV fue justo el doble, 28 puntos) y la dependencia de Norris y Hunter que eso causó. Esto les hizo jugar muchos minutos y les impidió jugar frescos el último cuarto, lo que sin duda mermó su rendimiento.
Ese escaso bagaje fue especialmente notorio en el segundo cuarto, cuando los verdinegros se pusieron en zona y los amarillos, jugando con la segunda unidad, no supieron atacarla y se quedaron atascados. Una de las armas de los de Maldonado esta temporada, forzar faltas parar ir a la línea, tampoco fue efectiva, debido al pobrísimo porcentaje registrado (13 de 26, 50%).
Con todo, lo que más debe preocupar al Gran Canaria es esa tendencia a irse del partido sin rematarlo. El primer cuarto fue fulgurante: acabó con 27-13 y pudo ser más, porque los cuatro últimos puntos del Joventut fueron en 20 segundos, con una tontísima pérdida de un gris Roberto Guerra. Luego, la zona ofuscó a todo el equipo amarillo (incluido su entrenador, incapaz de buscar soluciones al nefasto ataque contra zona) y al descanso casi se había dejado atrapar
(40-38).
Quien que haya visto más de un partido del Joventut esta temporada sabe que la principal virtud de ese equipo es precisamente que nunca abandona, siempre lucha y que es capaz de remontar cualquier encuentro, tenga la desventaja que tenga. Quzá esa fuera la clave de la derrota; que el equipo técnico del Gran Canaria no recalcó la amenaza que esto supone o no se lo hizo ver al equipo.
Lo peor
- La escasa aportación anotadora del banquillo y la dependencia de Hunter y Norris en ataque. También podría indicarse el desacierto tirador: 6 de 20 en triples (30%), que es peor si quitamos la actuación de Hunter en este apartado: 3 de 14 (21,4%).
- Permitir la remontada. La principal causa: la zona 2-3 del Joventut se le atragantó al Gran Canaria. En el segundo cuarto fue la nula iniciativa individual y la falta de agesividad en ataque. Luego se atacó un poco mejor, pero los tiradores no estuvieron acertados. Y cuando el balón llegó al poste bajo para los 1x1, ni Savané -especialmente éste, que casi no miró al aro- ni Vroman supieron sacar tajada.
- La sensación que deja la derrota. Si el Gran Canaria no gana este partido, con toda la afición apoyando y tras ponerse arriba por hasta 16 puntos, todo hace pensar que no ganará el siguiente. Si sumamos que el anterior enfrentamiento también lo pudo ganar y lo decidió Bennet en el último segundo, la sensación es aún peor. Creo que ese salto de disputar el partido pero no rematarlo es lo que deja al Gran Canaria un escalón por debajo del resto de equipos que juegan el play-off de la ACB. A lo mejor sólo es cuestión de creérselo realmente. Esto me hace recordar algo que decía Epi -nefasto comentarista, por cierto- muchas veces sobre que si su FC Barcelona hubiera ganado alguna Final Four europea, luego hubiera ganado dos o tres más.
- El nivel defensivo colectivo. Hasta los últimos tres minutos, el Gran Canaria mantuvo un nivel defensivo envidiable. Hubo despistes, evidentemente, pero en general la intensidad, las ayudas y la defensa de las líneas de pase conformaron una muralla que al Joventut le costó romper.
- El estado de gracia de Hunter. No hubo manera de pararlo, aunque, como decía, al final tuvo un par de malas acciones causadas probablemente por el cansancio, y es que hacía tiempo que un jugador del Gran Canaria no disputaba tantos minutos (35 en total).
- La posibilidad de ser optimistsa tras mirar las estadísticas y el resultado (75-73), el análisis del encuentro y la crónica del primer partido. Si el encuentro lo decidió el hoy desaparecido Bennet con dos genialidades, puede que en el siguiente partido no esté tan acertado.
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