La Final a cuatro de Vitoria-Gazteiz estuvo cerca, muy cerca, quizá a un par de centímetros, los que faltaron para que Carroll anotara un triple claro en contraataque cuando quedaban 54 segundos, un tiro de esos que probablemente enceste 6 de cada 10 veces. O acaso faltó un arbitraje algo más casero, como todos esperábamos y como vimos en Grecia (no sé, a lo mejor me ciega el fanatismo), que supusiera al Gran Canaria disponer de tiros libres en el último cuarto, cuando llegó la sequía repentina. O simplemente más gas en las piernas de Norris para defender las penetraciones de su par, un ataque rabia de Pedro Martínez para cambiar al norteamericano por Bellas. O aleros más capaces de leer el ataque para no jugarse lanzamientos sino intentar aprovechar la ventaja interior. En fin, el caso es que no se supo rematar una eliminatoria, igual que ocurrió la temporada pasada contra el Unicaja de Málaga, igual que ha ocurrido siempre en la Copa del Rey.
A mi juicio, el Gran Canaria encarriló el encuentro cuando consiguió equilibrar el balance interior/exterior en su juego de ataque, cuando Sanders, Norris, Bellas o Carroll sumaron aprovechando los huecos que abrían los interiores en su lucha constante. Pero, de nuevo, ni McDonald ni Augustine tuvieron un día afortunado, a pesar de que hicieran daño en momentos concretos, y por ahí se fueron muchas de las opciones insulares.
Y terminó por perder la eliminatoria cuando los exteriores se precipitaron y no movieron el balón para hacerlo pasar por el poste bajo, cuando la defensa bajó un punto de intensidad (si Norris juega 25 minutos, es inevitable) y no se cerró el rebote defensivo.
Tácticamente vimos pocas novedades respecto al partido de ida. El Gran Canaria presionó a toda cancha un par de veces tras tiro libre, pero sólo con los exteriores. El Panellinios creo que hizo zona en una o dos jugadas, se cerró bastante sobre el interior y fue dejando más espacio a Carroll a medida que el partido avanzaba, según se veía que no era el día del escolta mormón. De nuevo Pedro Martínez fue a remolque del técnico griego, poniendo a Moran de ala-pívot para defender a Smith pero sin la convicción necesaria, que llevó a que Savané hiciera un par de faltas innecesarias. Y me pareció extrañísimo lo poco valiente que fue al sentar a Bellas justo cuando mejor estaba el madrileño, porque pareció una decisión de esas de respetar los roles, algo a lo que es poco dado el técnico.
Lo peor
- La oportunidad perdida. No sé si se dará más veces la oportunidad de alcanzar una Final Four de la competición de esta manera, contra un equipo del nivel de Panellinios (no quiero decir que sea bajo, pero sí similar al del Gran Canaria), jugando en casa y teniendo la eliminatoria controlada a falta de tres minutos.
- El bajón físico en el último cuarto. Ya se dio en el encuentro de ida, como reconoció Pedro Martínez. Norris salió fresco del banco justo para que Blakney penetrara casi a placer (del triple que anotó desde 8 metros no se ùede culpar a nadie más que a su talento propio), Augustine perdió un rebote claro que tenía controlado, Savané falló una canasta sencilla cuando había recibido la falta...en algunas jugadas concretas, pequeños detalles, se notó ese cansancio.
- El parcial final, que dice mucho de la competitividad de los griegos y del cansancio y (la falta de sangre) de algunos de los jugadores amarillos. El problema de jugarte el encuentro con Carroll y Sanders es ese, que parece que les da igual lo que ocurra (estoy seguro de que no es así, pero su juego no se ve afectado en absoluto por el resultado, y eso sí que es un problema). Sus últimos ataques fueron precipitados y Sanders no bloqueó a Smith (a quien sí controló muy bien cuando intentó postear) en el rebote y permitió un par de rechaces y un palmeo.
Lo mejor
- El inusitado avance del equipo en la competición. El Gran Canaria estuvo, según mis artesanos cálculos, 6 minutos y 22 segundos por encima en la eliminatoria, 5:22 en el último cuarto. Y tuvo balón -el citado triple de Carroll- para ponerse 12 arriba a menos de un minuto. A veces el baloncesto se reduce a eso, por páginas que llenemos intentando analizarlo. En cualquier caso, el hecho de disputar la entrada entre los cuatro mejores equipos de la Eurocopa tiene mérito, especialmente si se combina con la consistencia en la ACB. No hay ningún equipo español similar en potencial (económico y de plantilla) que lo haya logrado, siempre han sido los más ricos (Girona cuando era Akasvayu, Joventut con Rudy, Valencia) los que llegaban lejos, a veces incluso con peores registros que el Granca en la liga. Sobre todo, es un avance espectacular respecto a anteriores temporadas que sería interesante seguir en años venideros, porque la ilusión que ha surgido en la afición ha hecho olvidar, al menos en parte, la decepción de no estar en la Copa.
- El nivel competitivo del Panellinios. Cuando los vi jugar en el CID, me pareció que su plantilla era inferior al Gran Canaria. Ahora, no lo tengo tan claro. Aparentemente, sí lo es, pero hay cualidades difíciles de ver a simple vista que dotan de valor al conjunto griego. Todos sus jugadores mostraron mucha sangre fría, mucha concentración para no bajar los brazos cuando les iba mal. Se agarraron a cualquier resquicio de racha o ventaja de algún jugador, aguantaron los problemas de faltas de su mejor -mejor dicho, único- anotador interior, emplearon sus armas con valentía poniendo a Smith como cuatro y se encomendaron a Blakney cuando no les quedó otra, igual que ocurrió en la ida, con resultados similares. El oficio y la lectura del partido les dio la eliminatoria a pesar de su desventaja atlética y de altura. Y de nuevo elogio el planteamiento de su técnico, que siempre tenía preparada alguna trampa táctica y que tenía las cosas claras sobre lo que debía hacer su equipo.
- La unión público-equipo y club-sociedad, que ha originado un lleno absoluto tanto en este partido como contra el Estrella Roja, encendidas arengas en los medios de comunicación (que últimamente sólo escribían por cuestiones extradeportivas, como tantas veces he dicho), concentración de gente fuera del pabellón y mucha, mucha ilusión en gran parte de la población de la isla, incluso en personas poco aficionadas al baloncesto. (Este punto tiene poco que ver con el baloncesto, pero estos días he hablado con varias personas bastante ajenas que se interesaron por el encuentro).
Una pena, en definitiva. No conozco Vitoria-Gazteiz y me hubiese gustado ir, entre otras cosas porque en esa ciudad el baloncesto tiene mucha importancia. Espero que sea un año de estos.