Manresa o el milagro cotidiano
Hablar de milagro al escribir sobre el rendimiento del Manresa es tan tópico y habitual que la palabra pierde su esencia, su significado verdadero como hecho asombroso. Cuando el milagro se torna cotidiano, como ha ocurrido en los últimas tres temporadas, deja de ser milagro aunque siga siendo extraordinario y difícilmente explicable. El caso del Manresa, más que de un milagro, es un logro del trabajo la confianza en unos ideales y en una forma de entender el baloncesto determinada y de un poco de suerte, como siempre. En eso se asemeja al Gran Canaria, quizá en un escalón menor en rendimiento pero semejante en el balance inversión/resultados.
También a semejanza de los insulares, los catalanes se asientan en una afición volcada, la ayuda institucional y un director general, Jordi Ardévol, encargado de los fichajes que acierta mucho más de lo que se equivoca. Y que tiene en gran estima el consejo de Himar Ojeda, dicho sea de paso. El equipo responsable de hacer cotidiano el milagro lo completa el cuerpo técnico, con un Jaume Ponsarnau al frente capaz de sacar rendimiento inmediato de jugadores llegados de la LEB, jóvenes extranjeros debutantes en la ACB y veteranos que parecían estar en decadencia.
Con mimbres modestos, varias rectificaciones sobre la marcha y poca suerte con las lesiones, la campaña del Manresa es de sobresaliente. Si algo lo ha caracterizado este año –igual que en los dos anteriores- es la condición colectiva, la suma de muchos jugadores que aportan. Sin ese esfuerzo conjunto, los rojiblancos no se hubiesen sobrepuesto a las lesiones de Cusworth y Nivins (este, para toda la temporada), sus dos referentes interiores. Y lo han hecho hasta el punto de que en la jornada 24 siguen luchando por estar en los play-off, donde no han tenido presencia desde…que ganaron la ACB, allá por el año 1998.
La buena gestión de Ponsarnau, poco reconocido para el mérito que tiene su labor, ha posibilitado que el equipo que menos puntos anota en la ACB pueda estar tan arriba. Su eficacia ofensiva es la peor, porque sus porcentajes de tiros de dos y de tres son bajísimos (de hecho, es el único conjunto peor que el Granca desde los 6,25); su ratio asistencias/pérdidas es el segundo más bajo (sólo por detrás del Murcia). Lo que sí hace muy bien es forzar faltas (13,1 de cada 100 posesiones terminan en la línea, cuando la media de la liga es 11,5) y aprovecharlas (78,81%).
Esto demuestra que la clave este año para el Manresa está siendo la defensa. La solidaridad de sus jugadores se refleja en el esfuerzo atrás y consiguen ser la cuarta defensa que menos puntos encaja por posesión, además de forzar bastantes pérdidas del rival y permitir pocos triples lanzados. Sin embargo, ese esfuerzo defensivo en el perímetro lo pagan muy caro, pues de toda la ACB, ningún conjunto concede tantos rebotes en su propio aro. Y precisamente el Gran Canaria es de los equipos más fuertes en ese apartado, por lo que deberá explotar esta carencia.
A priori parece que se avecina un partido trabado y de pocos puntos, por lo que remontar los 15 puntos de desventaja del partido en el Nou Congost se antoja complicado. Por lo menos, esta vez Ruffin, que colocó 7 tapones en aquel encuentro, el de su despedida.
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